Dos almas - Segunda parte

























... Beatriz se daba cuenta que Juan
no le hablaba a nadie como la hablaba
a ella, y sentíase halagada por este
hecho. Una mañana, la señorita de
La Chesnaye vió con íntima satisfacción
que su tutor, tan frío e impasible siempre,
se animaba para hacerle la confidencia
de unos proyectos, a los que había tenido
que renunciar, no sin dolor para no disgustar
a su madre. Su mirada parecía como si
estuviera absorta en una visión interior,
y su voz vibraba llena de emoción mal
contenida.

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